«La cubierta de tejas árabes de mi casa del XIX se desmoronaba por los vientos de levante. En vez de poner tejas nuevas, escanearon cada pieza con un láser 3D y tejieron una malla de fibras de cáñamo entre las grietas. ¡Hasta rescataron la técnica de los ‘barbas de capuchino’ para fijarlas con mortero de cal y cáscaras de huevo trituradas! Ahora, cuando llueve, el agua corre por los canalones originales como si fueran venas de piedra. Y lo mejor: las tejas tienen un recubrimiento inteligente que brilla ligeramente con la luna llena, como las usaban los alfareros moriscos.»