«Vivo en una casita junto al río Segura, donde la humedad había dejado las paredes llenas de salitre blanco. Pensé que tendrían que picar toda la fachada, pero usaron un lavado especial con agua templada y jabón natural que devolvió el color original de la piedra sin dañarla. Ahora, hasta el vecino del molino me preguntó cómo logramos que pareciera nueva sin cemento. ¡Y por fin puedo colgar macetas sin que se oxiden los ganchos!»